THIS IS MY KINGDOM COME.

24 de enero de 2012

Caligrafía.

- Puedo con ellos -le dije mientras desenfundaba mi katana lentamente.

Estábamos en el techo, mirando desde unos conductos que habíamos abierto desde el cuarto de arriba. Me estaba imaginando las mil maneras posibles de matarlos y acabar con mi arma manchada de sangre. El cuerpo me lo pedía.

Ellos estaban comiendo en la amplia sala sobre la que nos situábamos.
- ¿Qué hago? ¿puedo ir ya? -insistí a la vez que miraba a mi derecha.

Sorprendentemente mi bella acompañante se había convertido en uno de esos extraños seres. Eran muertos vivientes, quizás fantasmas de otro mundo. Sus ropas gastadas y su rostro pálido eran algo que los diferenciaba de alguien como yo; un ser vivo.

Me levanté lo más rápido que pude y corté su cabeza como si de una almohada se tratase. Ni siquiera produjo sonido, ni siquiera tuve que hacer el más mínimo esfuerzo. La cabeza cayó al suelo y se coló por el agujero a la habitación de abajo.
Me lancé rápidamente, no había otra opción si quería conservar el llamado factor sorpresa. Caí con mi katana desenvainada. Solté mi larga melena lacia, y me arrojé sobre los convidados.

El bambú pintado sobre el papel que recubría las paredes tenía un color verde claro, casi de pureza. Todo estaba decorado al más puro estilo zen, hasta que la mesa salió disparada contra una de las puertas, partiéndola por completo.

Cuando había acabado volví a recogerme el pelo, volví a parecer un chico como los demás, limpié la katana y me fui. Supongo que un chico normal jamás haría cosas de este estilo, me dije, pero no sabía cuán equivocada podía llegar a estar.