THIS IS MY KINGDOM COME.

15 de mayo de 2011

Nubes de papel.

Desde que era pequeño he ido viendo como, una por una, la mayoría de las especies han ido muriendo o siendo cruelmente asesinadas.
Llegó a tal punto que, cuando le preguntaba a mi padre el nombre de algún animal me miraba con cara de decepción y seguía trabajando en su huerta de lechugas.
También me he tirado años viendo como la huerta iba siendo menos fértil. Trabajábamos duro, pero sin agua, abono o medios poco podíamos hacer.
El bosque... ¿qué fue del bosque? Vivíamos en él, y ahora recorremos varios kilómetros para conseguir ver un árbol. Yo de pequeño pasaba el tiempo despreocupado corriendo entre los inmensos troncos de los árboles, escondiéndome en las cuevas. Ahora no hay nada, se llevaron hasta las montañas.

Recuerdo un animal que me llamó la atención. Vestía de rayas y era asustadizo, pero una vez conseguí coger a uno por la cola. Mi padre me echó una buena bronca cuando me vio llegar a casa con la mano llena de sangre, tuve suerte de que no me transmitiese ninguna enfermedad.
Se tiró días y días diciéndome lo que mamá hubiera hecho si estuviera allí. Cuando era pequeño no le entendía, yo nunca había conocido a mamá y nunca me habían hablado de ella lo más mínimo.
Creo que, por la actitud que tiene conmigo, mi padre se siente solo. La echa de menos, y yo soy de lo poco que le queda de ella. Aparte de ser la única persona con la que tiene relación todos los días, soy su único hijo. Me quiere, y estaría perdido sin mí.
Una vez me dijo que mis ojos verdes le recordaban a los de mi madre, y que creía verla de nuevo por las  noches cuando me veía sonreír.

No sé qué voy a hacer cuando muera. Seguramente huya de esta pequeña cabaña, o quizás no. Lo que tengo claro es que cada verano hace más calor, que las pocas lechugas que quedan no durarán mucho, y que el agua huye de estas tierras, junto con el bosque.

Y llegó el día, el tan poco esperado día.
Me desperté y me giré en la cama, papá aún dormía, o eso creí en un primer momento. Él estaba tendido boca arriba. Tras un rato mirándole me di cuenta de que no se movían las mantas. Extrañado me acerqué y, efectivamente, no respiraba. Le moví varias veces y con fuerza, intentando que se despertase, pero no respondía. Lo intenté y lo intenté pero, al final, caí rendido sobre su pecho.

Entonces recordé. ¿Qué dijo papá que habría hecho mamá cuando la mascota murió? Enterrarla... Supongo que en este caso habría dicho lo mismo.
Arrastré el cuerpo hasta fuera de la casa, y lo enterré en el lugar donde estaba el sauce en el que se sentaba para descansar... cuando aún había bosque...
Me incliné y escribí sobre el suelo lo mismo que escribió papá en la tumba de nuestra mascota. Aquí yace nuestra querida mariposa, y recordé cambiar el nombre mariposa por el de papá, ya que apenas sabía escribir preferí no cambiar ninguna letra más (más tarde comprendería que ni siquiera llegué a saber cómo se llamaba mi padre, en esos tiempos no sabía el nombre de nada, porque todo estaba muerto o había desaparecido).

Lloré hasta que el sol estaba en el punto más alto del cielo, hasta que mis tripas entraron en escena con un magnífico redoble de tambores.
Mi última razón de vivir; la última lechuga.

Bordeé la casa y llegué al huerto. Me sorprendí al ver la lechuga moviéndose. Corrí a ver qué pasaba y vi detrás de la hortaliza una pequeña cola que me sonaba de algo.
De pronto, una pequeña cabeza asomó portando su característico antifaz. Aprovechó mi admiración para acabar de arrancar la lechuga y echar a correr.

Reconocí al pequeño animal al momento y, cuando me quise dar cuenta, estaba corriendo en la misma dirección en la que estaba lo poco que quedaba de bosque.
Sin pensármelo dos veces y sin tener nada a por lo que volver, puesto que lo había perdido todo, perseguí al animal por la inmensa explanada hasta el bosque.

Y aún así hoy, tras haber dado mil vueltas el mundo, sigo buscando a aquel ser que me mordió la mano y, años después, me robó la comida.


¿Que por qué mapaches?

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